Modo pausa

Después de veinte años he vuelto a hacer exámenes. Como algunos sabéis me apunté a un grado en la Uned.

Hacer exámenes significa estarse preparando durante meses y acometer el periodo final de memorización intensiva. Qué sensación extraña lo de volver a estudiar, rebuscar en la memoria aquellos viejos recursos mnemotécnicos, estructurar la materia y darle forma, conectar datos y crear un todo a partir de mil apuntes dispersos. Y luego llegar al aula y comenzar a contestar, a relacionar, a crear un discurso expositivo (y argumentativo) conectando lo que uno sabe con la idea central, en este caso muy específica, de las preguntas formuladas. No tengo todavía las notas, pero creo que me fue bien.

El apartamiento de la vida que conllevó el periodo de estudio generó una cosa muy extraña: una pereza enorme a regresar al mundo del blog. Podría decirlo de otra manera pero seguramente no sería cierto o exacto. Una vez recuperado el escaso tiempo libre de que dispone una persona que trabaja a tiempo completo me daba verdadera pereza volver a conectarme al mundo pequeño de los blogs. Cuando acabé los exámenes me apetecieron otras cosas.

No estoy diciendo que considere el blog como una época pasada y acabada. Seguramente volveré. No es la primera vez que siento este hartazgo. Ya tuve mi época de paréntesis, como casi todos, y aquello pasó. Seguramente también pasará este momento. Soy una persona que tengo en común con la gente de los blogs básicamente una cosa: la necesidad de gritar, más o menos razonadamente, en algunos momentos, y ante algunas circunstancias. También de celebrar lo que de bueno tiene la vida, y compartirlo.

Hace unos pocos días quedé una tarde con Montserrat Sala, del blog Reflexions en veu alta, una de las muchas cosas buenas que el mundo de los blogs me ha traído. Me explicó que acababa de entornar su blog. Me sorprendió, porque yo estaba pensando en hacer lo mismo. Ella, en su entrada, vinculaba ese hartazgo con lo que vivimos a nivel externo (la crisis, las corruptelas que afloran, el desmembramiento de los sueños).  En mi caso no siento que sea así: el horror externo me lleva a gritar, a no quedarme callado. Aunque es posible que también tanto horror nos lleve a la desmotivación, no sé.

Así, hay muchas cosas ante las que me resulta difícil callarme. Frente a la injusticia en general, frente a los recortes que destrozan lo que construimos durante tanto tiempo, frente a la mentira social sistematizada, frente a la desvergüenza humana y al engaño que hace que los fuertes sean cada día más fuertes y lo débiles estén cada día más desprotegidos, frente al maltrato a los animales (los toros, que vuelven, que regresan, por culpa en el fondo de cuatro o cuarenta fachas), frente a las imposiciones de una democracia que sólo lo es de nombre, frente a los constantes ataques contra mi país, que como sabéis no es España, y el derecho a construir su propio futuro. Frente a un mundo que negocia con el sufrimiento de la gente, frente a un mundo engañoso que se debate entre la demagogia de las izquierdas y la embestida de las derechas.

Como no me gusta el mundo y lo considero asquerosamente manipulado, seguramente volveré a gritar con vosotros. De momento pongo a Eastriver y Accés a Maians en modo pausa, que no es exactamente lo mismo que modo fin. Otra cosa es saber cuánto tiempo durará este modo.

Es curioso. Me voy dejando un montón de entradas redactadas en borrador. Tenía otras cosas que contaros, muchas. Una entrada sobre una tormenta aérea que sufrí, qué horror, hace unos cuantos años. Otra entrada sobre un fotógrafo que me llamó mucho la atención porque se pasea por el mundo buscando dobles que no sean hermanos (qué evangélico suena siempre todo lo relacionado con los hermanos). Otra más sobre el boicot que sufre Catalunya, tanto el reconocido, que es menos, como el inconsciente, que afecta a buena parte de españoles (la mayoría de anuncios se hacen en Barcelona, me dijo un día un publicista, pero todos los clientes te dicen que sobre todo no se note que están hechos en Barcelona). Sobre los abusos contra el tercer mundo, de la formas más inimaginables (que asquerosos somos, mandando allí los ordenadores que aquí no nos sirven, diciendo que así los aprovechan ellos cuando en el fondo es para que tengan ellos que gestionar las toneladas y toneladas de residuos). O sobre los universos paralelos en un documental sorprendente que vi hace unos meses y que tanto me marcó. No, al blogger de raza nunca les faltan temas.

Tampoco le falta curiosidad, que supongo que es lo que me ha ocurrido a mí en estos momentos. Siento que ahora me apetece más ver alguna película atrasada, leer esas novelas que uno ha ido poniendo en el rincón de la espera. El blog sigue estando ahí, porque el blog es la vida, otra faceta de la vida. Quedan muchísimos momentos agradables, muchísimas historias compartidas y numerosas personas cercanas. Todo lo que nos enriquece merece un balance óptimo.

Un abrazo a todos y hasta pronto.

No me gusta

IMG_3302Decir que no me gusta lo que está pasando en este país con la corrupción es quedarme corto. No sólo no me gusta sino que me preocupa mucho.

La corrupción me indigna y en mi caso sí puede condicionarme para dejar de votar a alguien. Pero lo que me preocupa especialmente es el clima que se ha creado. Resulta sospechoso, claro está, que un periódico de derechas se dedique a sacar a la luz las miserias del partido de derechas. ¿Quién hay detrás? ¿Qué se pretende? ¿Acaso otra gente más dura todavía en ese partido de derechas? ¿Alguien que quiere ocupar el lugar que actualmente ocupan otros? El argumento no me resulta falaz. Es evidente que hay sectores que pretenden mayor dureza en según que temas. En el tema de la recentralización del estado, por ejemplo. Los catalanes cuando oímos sables siempre pensamos que poco o mucho algo tiene que ver con nosotros. Y no solemos equivocarnos precisamente. También se habla, y no me extrañaría nada porque es un argumento que tampoco entra en contradicción con el anterior, que se está creando un caldo de cultivo idóneo para la llegada de un dictador tecnócrata que, deseado por todos ante un panorama tan desolado, se ahorraría el título de dictador, que es en definitiva lo que sería

Más allá de las oscuras intenciones está el descarnado tema de la corrupción en sí mismo, y su uso. Veamos, y seamos críticos, empezando por mí. Si yo escucho de un escándalo gordísimo en el PP tiendo a ser acrítico y creérmelo sin garantías. No, no estoy diciendo que no me crea el asunto de los sobres. Es más, lo creo sin problema ninguno, porque conozco la catadura de ese tal Bárcenas y porque no me fío en absoluto de los demás presuntamente implicados. El sábado estuve gritando ante la sede del PP en Barcelona (ver foto), en la calle Urgell. O sea que lo creo y por tanto me indigna hasta la afonía. Pero si soy crítico he de admitir que  creo con gran facilidad los escándalos del PP, y con la misma contundencia reclamo pruebas cuando la corrupción afecta a un partido que me cae mejor.

Lo que intento decir es que una democracia que funciona basándose en escándalos es una democracia sucia, que al final no distinguirá entre lo que es real y lo que no lo es. Lo cual, a la larga, favorecerá precisamente a los menos limpios.

No me gusta un país que está lleno de corruptos, porque ya sabemos por desgracia que esto es así, y además en todos los partidos políticos. No me gusta un país en que a los corruptos no les pasa casi nada, y en cualquier caso, nunca devuelven el dinero robado. No me gusta un país que recorta a los débiles y permite que los fuertes se enriquezcan con dinero público. No me gusta un país que en época de vacas gordas se gastó el dinero en aeropuertos sin aviones y en trenes sin pasajeros, mientras que los trenes con pasajeros eran completa y absolutamente olvidados (creedme, sé de qué hablo).

No me gusta un país que juega con la corrupción para herir a otro con voluntad política. No me gusta un país con una prensa vendida que no contrasta todas las informaciones que publica. No me gusta un país que usa el concepto democracia de forma falsa. No me gusta un país que mientras habla de regeneración democrática está destruyendo la democracia. No me gusta un país que se opone, en Constitucionales y Supremos, a la voluntad libremente expresada por los ciudadanos. No me gusta un país que no permite que esa voluntad pueda ser expresada en las urnas. No me gusta la mentira, el engaño, el maquiavelismo de muchos. No me gusta la gente que, con las manos sucias, niega, se llena los bolsillos y da lecciones de ética o lo intenta.

No me gusta un país que recusa a los jueces cuando investigan lo que no conviene. No me gusta un país con un bipartidismo tramposo. No me gusta un país en que del colapso del bipartidismo no emergen con fuerzas partidos limpios de izquierdas. No me gusta un país en que temo que lo único que acabe por emerger sea el centralismo rancio y españolista en el peor sentido, por mucho que se vista de rosa cursi.

No me gusta un país en que también existe la corrupción pequeña, la del trabajo, la que puede (o no) afectarnos a todos nosotros. No me gusta un país con gente que pregona unos preceptos que es el primero en no cumplir. No me gusta un país donde impera la ley del más fuerte y se es inmisericorde en la lucha. No me gusta un país donde los partidos de izquierdas han de esperar el escándalo de turno para acceder al poder. No me gusta un país donde las izquierdas no hacen otra cosa que desengañarnos cuando gobiernan. No, no me gusta.

He dicho todo el rato un país pero podría perfectamente haber dicho un mundo.

Cuando nos acostumbramos

Son tantas las causas internacionales por las que luchar… Y tanta nuestra facilidad para acostumbrarnos. (Aunque entre los sobres del PP, los acuerdos de Unió para esquivar juicios, la corrupción de Convergència en Lloret, de los socialistas en Sabadell y las novedades del caso Urdangarín, creo que todavía nos queda algo de muelle para el sobresalto y para el asco, y para las ganas de salir a escupir a hijos de puta varios, que de tantos que hay seguro que bien pocos escupitajos íbamos a fallar… Y perdón por la exaltación, pero qué menos). Sigo con lo que decía de la facilidad que tenemos para acostumbrarnos a la mentira.

Cuando hace pocos días descubríamos que Francia entraba sin dudarlo en la crisis de Mali nosotros, que ya somos unos descreídos, supimos que algún interés económico había detrás. Que detrás de todo lo que se nos cuenta, hay intereses, algunos sabidos y otros no sabidos, como por ejemplo, las minas de uranio.

Pero nos acostumbramos a todo. Por ejemplo, a la guerra que desde 1997 asola el Congo. El Congo es el mayor productor de Coltán, un mineral óxido que resulta fundamental para nuestros móviles y nuestros ordenadores. La comunidad internacional, en este caso, prefiere no mirar la desolación producida por intereses que están desangrando el país, así como destruyendo el hábitat de cierta especie de gorilas en peligro de extinción o llevando al abismo a las tribus que habitaban la zona donde empresas extranjeras extraen el coltán. La comunidad internacional mira hacia otro lado. Quienes se enriquecen no son, obviamente, los congoleños ni los hombres esclavizados en la extracción del mineral, sino empresas americanas, británicas o belgas, entre otras nacionalidades.

Estamos pendientes, afortunadamente, de otros conflictos que nos indignan y nos movilizan, como el del Sahara y el de Palestina. Estar pendientes no hace que se solucionen, es cierto, pero por lo menos existen. Hay otros que no tienen tanta suerte, y la gangrena se va produciendo inexorablemente, y en silencio.

Es el caso del Tibet, por ejemplo. La sombra de la China es tan alargada que el miedo ha callado muchas bocas. Hace unos años fui alguna vez a la Casa del Tibet de Barcelona. Escuché alguna charla del encantador monje Thubten Wangchen (vídeo de arriba), un hombre inteligente, sabio y además muy divertido, director y fundador de la Casa del Tibet de Barcelona. También asistí a alguna ceremonia tibetana, como la de la Puja de la Luna Llena. Thubten Wangchen no pierde oportunidad alguna para recordarnos la difícil e injusta situación del Tibet, y de muchos jóvenes monjes abocados a la muerte y al sacrificio.

aIMG_2360aIMG_2356A veces, desde la Casa del Tibet, se organizan actividades y ayunos, con la única finalidad de que la gente no olvide. Como el de estas fotos de hace ya algún tiempo, un par de años quizá. Impedir el olvido es tarea de todos, supongo. Un mundo mejor es necesariamente un mundo más justo.aIMG_2365aIMG_2367

A pesar de…

A pesar de que sigan existiendo historias de amor que nos repugnan…

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A pesar de que tengamos que marcharnos y en la ida siempre nos dejemos algo (ni que sea una sílaba)…

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A pesar de que hasta la tinta parezca poco estable y se empeñe en despeñarse…

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A pesar de todo ello y de tantas otras cosas, seguimos creyendo en nuestras propias certezas optimistas.

En ocasiones veo a Feli

En mi entrada de año nuevo deseaba los buenos deseos típicos y añadía otro más:  “la conciencia para saber ver siempre la felicidad cuando ésta decide hacernos una visita. Y acomodarla, para que se quede el máximo tiempo posible”. No era una manera agradable de poner punto y final a un post sino que partía, ese deseo, del convencimiento de que la gente se pasa media vida buscando la felicidad y no sabe apreciarla más que a posteriori.

Creo que hay mucha gente a la que esto le ocurre. Particularmente me parece la mayor desgracia imaginable: algo así como que te esté tocando la lotería cada tanto y no seas consciente de que tú tienes el número premiado tarde tras tarde.

Siempre creí que la felicidad, sobre la que tanto se ha escrito y que tantos lugares comunes ha generado, parte de una actitud mental, por lo menos la felicidad humana (los animales también son felices a su manera, pero seguramente lo son sin darse cuenta). Los humanos queremos darnos cuenta, observar la felicidad, sentirla. Uno no puede darse cuenta de que es feliz si no se observa, si no se mira, si no se analiza. Uno no puede darse cuenta si no es capaz de decirse, ni que sea mentalmente, qué bien la vida y qué bien este momento. Naturalmente aquí entrarían todos los tópicos que son válidos: mejor fijarse en un placer inmaterial, quizá estético, quizá afectivo. El camino de la felicidad pasa por la conciencia, pero es un camino espiritual.

Nunca me planteo si soy feliz, porque entiendo que el tema no es ese. Nadie es feliz al cien por cien todo el tiempo. La felicidad no es eso. La felicidad es un regalo íntimo (que es posible compartir), pequeño, instantáneo. Una ráfaga. Siempre me acuerdo de la metáfora que usó Quevedo para referirse a las carcajadas de la muchacha que amaba: “relámpagos de risa carmesíes”, dijo. La felicidad es algo parecido, un relámpago, la risa, el color…

Cuando me asomo a un blog que, sin saberlo, brinda por la felicidad, o hace ese tipo de acercamiento a la vida, me siento contagiado. La felicidad se contagia, porque es una actitud. Recuerdo alguna entrada de Reyes que me gustó mucho, porque se expresaba en ese mismo sentido, alguna también de Ana donde hacía una valoración de la vida de una forma muy sintiente. Emejota, de Otoño casi invierno, se ocupa muchas veces del tema, con una sensibilidad de mujer lista y que vive dándose cuenta. Ella misma, Emejota, publicó hace unos días una entrada ilustrativa sobre el tema.

Os confesaré una cosa… Siempre me refiero a la felicidad como si de una visita se tratara. Como si fuera una mujer, a la que obviamente llamo Feli, que se me aparece en algunos momentos. Voy por la calle y, nada, un instante, y tengo esa certeza. Soy feliz. Por esto, por lo otro, por nada. Me siento feliz. Es un instante. Y entonces me detengo y sé que se me acaba de aparecer Feli.

Y lo dejo ahí, porque lo mismo que el Chollo tenía su Antichollo, Feli tiene una hermana perversa y fea que también se aparece a ratos, y a la que otorgo nombres diversos (Angustias en ocasiones, Dolores otras). No, no hablo del dolor de verdad. Ese no admite juegos. Angustias o Dolores, o como la queráis llamar, no es otra cosa que el fastidio universal que a todos nos alcanza en algunos momentos. La vida triste y aburrida que se impone en ocasiones.

Feli, en cambio, es mucho más agradecida. En lenguaje de ahora diríamos que es una tía que da buen rollo. Porque es sencilla como una margarita, pero esconde en sí todas las potencialidades de la vida romántica.

Diferencias culturales

Son difíciles de entender, por tanto de respetar, pues nos agarramos a ellas como a un clavo ardiendo. He oído muchas veces, referido a los inmigrantes, aquello de que deben adaptarse al país en el que se encuentran. Yo mismo lo he mantenido, y lo mantengo. Pero no conviene ser intransigente, y en eso como en casi todo lo mejor es siempre ser empático y ponerte los zapatos del otro. Y pensar, ¿me adaptaría yo tan rápido como les exijo a ellos, a los inmigrantes? La empatía  es necesaria y hacer una prueba puede resultar iluminador.

(Los muelles del Albert Dock que tanto me gustaron)

Contaré una anécdota personal que no ocurrió siquiera en un país muy alejado a nosotros. Ocurrió en Gran Bretaña, concretamente en Liverpool hace un verano. Salimos a pasear por la tarde y quise tomarme un café rápido. Es decir, un café de barra. Entré en un bar bastante elegante (cerca de los muelles del Albert Dock) y me acerqué a la barra. Cierto que vi un letrero en que ponía Waiters only pero también lo pone aquí a veces y no hacemos caso. El camarero me miró extrañado y yo aproveché para soltarle en mi lamentable inglés One coffee, please. Sin dejar de mirarme musitó algo mientras me mostraba el letrero con un ligero movimiento de los ojos. Añadió luego, con esa retórica que se gastan los ingleses: Siéntese, estaremos encantados de servirle. Yo vi por dónde iba. No quería servirme en la barra. Puse cara de molestia extrema, de incomodidad, y sin darme cuenta de que estaba haciendo exactamente lo mismo que hacen muchos inmigrantes en mi país (y yo se lo censuro) no me dejé impresionar y le dije al señor: Tengo prisa y deseo tomarme mi café aquí. No lo dije con soltura, porque mi inglés no es de soltura que digamos. Pero eso es lo que quise dar a entender.

Los ingleses tienen la rara habilidad, que yo por cierto les envido, de decir las cosas más tremendas sin que les tiemble el flequillo. Obviamente no hizo ningún ademán, mucho menos un aspaviento. Sin siquiera sonreír pero en un tono enormemente amable dijo, muy serio, Señor, aquí acostumbramos a servir el café en las mesas. Probablemente fue la manera tan inglesa de decirlo, pero el caso es que aquel comentario no admitía réplica. Como un corderito me fui a una mesa inglesa (azúcar, florecillas, un tapetito fino según su criterio y hortera según el mío) bajo la mirada atenta de todos los clientes que me miraban muy disimuladamente. Me olvidaron enseguida, o lo pareció. El camarero, diligente, llegó al cabo de unos minutos con mi café. Me lo sirvió con mucha amabilidad y un punto de altivez.

Es evidente que yo pensaba que aquello era una estupidez enorme. ¿Qué más daba en la barra? Pero enseguida recordé una palabra pronunciada por el camarero (“aquí acostumbramos a servir en café en las mesas”). Es decir, dónde fueres, haz lo que vieres.

Es lo que tiene tratar de ser autocríticos: que de repente descubrimos que estamos llenos de contradicciones. Tiene una ventaja, eso sí: descubrir que podemos ser más tolerantes.

Tasto en directo

ts1Hace dos años y medio puse una entrada en mi blog hablando de un grupo que acababa de conocer, sólo por disco. Se trataba del grupo de música antigua Tasto Solo. Siempre me ha gustado la música antigua, pero mi conocimiento de la misma era muy parcial, y me temo que lo sigue siendo. Cuando escuché el disco Meyster ob allen Meystern me conmovió la delicadeza de algunas piezas. Era como trasladarse a la Edad Media y al primer Renacimiento.

Se trata de un grupo formado por Guillermo Pérez (que lo dirige y toca el organetto), el músico valenciano David Catalunya (clavicémbalo), Reinhild Waldek (arpa gótica), y otros músicos que colaboran ocasionalmente con instrumentos antiguos o incluso con la voz, como la soprano Nadia Lavoyer.

Ahora, dos años y medio después de aquella entrada, he podido verlos en directo (el pasado 20 de noviembre, en el Auditori de Barcelona). Durante el espectáculo se creó ese silencio que se crea solamente en ocasiones muy especiales y que responde a una especie de comunión artística, y que siempre me recuerda la mística musical de Fray Luis cuando cantaba aquello tan bello de El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada

Todo fue enormemente delicado, y por lo mismo, extraño. No estamos acostumbrados ni a este arte ni a esta concepción tan depurada y rigurosa del mismo. Se vivieron algunos de esos momentos en que uno se ve obligado a cerrar los ojos para poder captar tanta belleza. No me extraña. Fue como poner en una batidora la perfección técnica y el virtuosismo de Guillermo Pérez, el arrobamiento de David Catalunya, la sensibilidad extrema de las dos chicas y la voz increíble de la soprano.

ts2El grupo Tasto Solo ha recuperado no sólo mucho repertorio sino también  instrumentos antiguos que una vez acabada la actuación pudimos ver de cerca los que decidimos cotillear en el escenario. Instrumentos que muchas veces han fabricado los propios músicos, con ayuda de musicólogos y estudiosos. La finalidad es que la música suene exactamente como fue escrita hace quinientos años. El organetto, en concreto, es como un pequeño órgano con un fuelle posterior que produce una sonoridad especial, inusual.

Os remito a su página y a un vídeo. Si en la anterior entrada hablaba de cómo cambian las cosas en unos años, y de qué manera el blog o los blogs lo recogen, en esta entrada incido en lo mismo pero desde una perspectiva bien diferente. Hace dos años había escuchado a Tasto Solo únicamente en disco. Ahora ya en directo. Y puedo decir que todavía me gustan más.

Toros, ayer y hoy

Cuando miramos hacia atrás, incluso sin salir del blog, descubrimos a veces que los deseos se cumplen. He estado mirando mi primer blog, y ahí, fechado el 22 de septiembre de 2008 he encontrado un texto que me ha hecho ver que a veces el tiempo pasa para bien, y rápido incluso. Leo (y traduzco):

“La semana pasada los medios de comunicación, un poco por información, otro poco por denuncia y algo más por morbo, informaron detalladamente sobre la tradición de Tordesillas llamada “El toro de la Vega”. La fiesta consiste en dejar un toro por las calles de la localidad y los hombres del pueblo, machos ellos, sobre caballo, con ganzúas, palos y garrotes, llevan al animal hasta las afueras donde lo matan a bastonazos y atravesándolo con los ganchos que llevan. Puesto que se trata de una tradición muy antigua, el tiempo por sí sólo parece ser que ya la justifica. Lo mismo que si todas las cosas antiguas debieran preservarse. Si se les insinúa suprimir esta fiesta pueden acusarte de todo, especialmente de poca sensibilidad (a ti, que te horroriza lo que hacen con el pobre animal), de poca sensibilidad con las tradiciones culturales.”

Hasta aquí se me preguntará cuál es el motivo de mi buen humor actual: la fiesta del toro de la Vega se sigue realizando, por desgracia, y mantiene toda su vitalidad. Mi alegría viene por lo que escribí luego. Sigo:

“Barcelona fue declarada, en un pleno del Ayuntamiento, hace ya años, ciudad no taurina. Yo me pregunto, si es una ciudad antitaurina, ¿por qué no prohibir la fiesta? ¿Sería un inmenso escándalo? Seguramente. Un enorme escándalo en los Madriles, por ejemplo, o un gran escándalo para quienes escuchan la COPE o votan a Ciutadans. Es muy triste que esta gente se escandalice. Pero para la gente de aquí no creo que fuese un escándalo demasiado grande. La gente de Barcelona, de hecho, no va a los toros: yo no conozco a nadie, ni conozco a nadie que conozca a nadie. En la plaza de toros de la Monumental construiría un complejo cultural, como el que están haciendo en las Arenas, o una pista de tenis, que ya hemos visto que quedan muy bien.”

Bueno, hoy por fin, en 2013, ya no tenemos toros en Barcelona. Y no es nuevo, hace ya más de un año. Es curioso: cuando escribí mi queja de 2008, lleno de escepticismo, veía como imposible algo que, cinco años después, tenemos todos plenamente asumido. En 2008 se me antojaba totalmente imposible que un día Barcelona se atreviera a dar el paso.

La referencia a la pista de tenis se me escapa: no recuerdo el motivo por el cuál lo dije, pero mirando una foto que ilustra aquella entrada, observo efectivamente una pista de tenis en pleno ruedo. Hay otra cosa que ahora me hace sonreír por mi ingenuidad de entonces: el convencimiento de que lo que en aquellos momentos se estaba construyendo en Las Arenas sería un centro cultural. Se trata de un centro comercial, como no podía ser de otra manera, a pesar de lo cual debo decir que me gusta mucho la terraza y sus vistas. Sigo y acabo:

jt“Durante este fin de semana pasado, precisamente, José Tomás ha triunfado una barbaridad en Barcelona. Para que el triunfo sonase más de aquí le colocaron una senyera sobre los hombros y él, emocionado la enarbolada. Estoy seguro que muy pocos catalanes disfrutaron del arte del torero de moda. Sé que cuando hay una corrida importante vienen autocares de las Españas. Aunque sean de Burgos o de Tordesillas en la plaza llevan la senyera colgada, para intentar demostrar que los domingos los catalanes vamos todos a la Monumental. No sea que quiten la fiesta. Porque claro, una Barcelona sin toros sería una Barcelona un poco menos española.”

Leyendo mi propio texto de 2008 y viéndome cinco años atrás he pensado que es curioso cómo a veces la vida cambia en menos de lo esperado. Y que no siempre los cambios son para mal.

Esta misma semana Quim Monzó ha publicado un artículo en La Vanguardia. Habla del movimiento antitaurino que también se está viviendo en Sevilla o en Colombia. Bogotá, en concreto, acaba de declararse ciudad antitaurina. Y recoge declaraciones de toreros ante la acometida que está teniendo la fiesta en el país americano: igualitas a las que escuchamos en Barcelona durante el proceso.

Monzó acaba ironizando a partir de la intoxicación que el debate sufrió en Catalunya y al cual yo me refería en mi entrada de 2008:  “¿También ha sido un “veto identitario” esa abolición colombiana de los toros que tanto molesta a el Juli? No habría imaginado nunca que la sombra del nacionalismo catalán fuese tan alargada como para llegar a Bogotá.” Aquí, los antitaurinos, tuvimos que escuchar que lo éramos porque lo taurino era quintaesencia de lo español. Yo pienso que lo hubiera sido siempre, ni que hubiera nacido en Ronda. Lo que pasa es que un antitaurino catalán tiene peor fama.

Goles

pelotaEstoy hasta las narices de Messi. Así lo digo.

El hecho de que no te guste el fútbol te permite el grado de objetividad necesario para ver que todos son iguales. Es cierto que soy del Barça, pero también es cierto que siempre he tenido claro que el fútbol es la gran mentira del occidente actual. Para mí siempre ha sido diferente alegrarte por el triunfo de tu equipo a ser un incondicional futbolístico.

Cuando en estos días veo las informaciones sobre la pelota de oro de Messi, que os imaginaréis cuánto se está hablando de este tema en Catalunya, no puedo evitar acordarme de todos los científicos que se están teniendo que exiliar cada día. Y si escucho críticas, muchas veces están teñidas de un cierto partidismo: quien critica la sobresaturación informativa sobre Messi está a los cinco minutos hablando sobre la mala relación entre Casillas y Mou. Ahora es Messi y su balón de oro, luego los insultos que le dedican al mismo Messi. La cuestión es otorgar a lo pueril apariencia de asunto importante. Es desolador. Casi diría que lo que más me molesta es la certeza de que todo está perfectamente instrumentado desde el poder. No es nuevo, se sabe desde siempre.

Yo sé que puedo ser acusado de demagogo si critico las páginas que se han llenado con el balón de oro de Messi y el premio a Vicente del Bosque mientras se está desmantelando el estado del bienestar. Con algo habrá que distraer a la gente, está claro, pero desde luego no de esta forma, interesada por una parte y borreguil por la otra. Quien me lleva a escribir este apunte de urgencia no es la demagogia sino el cabreo absoluto por todo lo que veo.

Hay momentos en que llego a la conclusión de que tenemos el país que nos merecemos. Ni más, ni menos.

No soy un troll

Quienes llevamos ya unos años en la blogosfera sabemos perfectamente de la incomodidad de esas personas que, la mayoría de forma anónima, se dedican a molestar al prójimo.

Cuando me he quejado de algún comentario ofensivo anónimo, siempre me han saltado a la yugular con el mismo argumento: que quién fue a hablar de anonimias, uno que firma como EastRiver ni más ni menos. Hombre, ese argumento es cierto a medias. Cierto que no pongo aquí ni mi rostro ni mi apellido, y que por tanto podría decirse que me escudo en un cierto anonimato. Que no soy el más adecuado, pues, para meterme contra quienes insultan o molestan anónimamente por internet. Pero servidor no se dedica a molestar, por lo menos no es mi intención. Y por otro lado, esconderse detrás de un nick no es exactamente lo mismo que esconderse a secas: he quedado con mucha gente, hablado por teléfono o mantenido correspondencia con muchos otros, algunos tienen mi teléfono, mis datos. Todos ellos, y algunos más, pueden dar fe de que existo y de que nada de lo sustancial que cuento es inventado. Un nick no es anónimo; no en mi caso. No es siquiera un heterónimo, sino un pseudónimo por motivos personales.  Aunque firme como EastRiver jamás lo he hecho anónimamente.

He descubierto recientemente cómo se llaman los visitantes anónimos que se dedican a molestarnos e incordiarnos: trolls.

Leyendo la prensa hace unos días descubrí la historia de un hombre que se dedicaba a insultarse a sí mismo en su propio blog. Es decir, ese “troll empleó dos pseudónimos diferentes para entablar una agria y malsonante discusión [consigo mismo y con otros] en uno de los ámbitos de participación de un periódico en línea.” Es decir, de un blog.

daliIndirectamente esto me ha hecho recordar una anécdota sobre Salvador Dalí, de las muchas que se cuentan. En su esfuerzo por hacerse un nombre, pensó que un pintor no era realmente alguien hasta que su propia obra había sido falsificada. Los falsificadores, de hecho, sólo se toman la molestia de falsificar los cuadros de los grandes. Ni corto ni perezoso decidió ponérselo fácil. Los contrató para que pintaran para él, para que inundaran el mercado de dalís falsos. Para que le falsificaran. Cuantos más falsificadores hubiera más se revalorizaría el prestigio, y ya puestos el precio, de su obra verdadera.

Caros amigos

A veces paso meses, años, sin leer a Cernuda, pero siempre algo me vuelve a llevar a él, como los recuerdos me llevan a las gentes y los paisajes que quiero. De los diversos Cernudas casi diría que prefiero, más allá del apasionado amante, al Cernuda desengañado y triste, que se marchó de su país y no volvió a extrañarlo ni durante cinco minutos (o eso dijo). Un Cernuda resentido, asqueado casi, sabedor de tanta mentira y maledicencias que sus contemporáneos (que tanto decían admirarle y quererle) hacían circular hasta conformar lo que él mismo llamó su leyenda.

No me queréis, lo sé, y que os molesta
cuando escribo. ¿Os molesta? Os ofende.
¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?
Porque no es la persona y su leyenda
lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve.
Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado
leyenda alguna, caísteis sobre un libro
primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro.
Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea.

cernudaEl odio que despierta es ofensa que provoca su vida en cuatro hipócritas de misa diaria.

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos
inventados de mí por cuatro amigos
(¿Amigos?), que jamás quisisteis
ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban
a la persona misma así traspuesta.
Mas vuestra mala fe los ha aceptado.
Hecha está la leyenda (…)

Esa admiración que dicen todos sentir por su poesía, Cernuda sabe, o cree saber, que es mentira. No le van a perdonar, lo sabe. No le perdonarán que haya sido tan mal español, que se marchara de su país sintiéndose por fin liberado. No le perdonarán que haya reivindicado sobre todo la herencia y cultura inglesas. No le perdonarán, finalmente, sus gustos eróticos. Y sabe que esa España que tanto le admira y le quiere sólo espera su muerte para olvidarle.

Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre
aquí. Y entonces la ignorancia,
la indiferencia y el olvido, vuestras armas
de siempre, sobre mí caerán, como la piedra,
cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis
a otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra
precipitó en la nada, como al gran Aldana.

Sabe que sus compatriotas harán todo lo posible para que no quede de Cernuda el más mínimo recuerdo, como hicieron con Francisco de Aldana. Sí, el gran Aldana, el divino Aldana. Sin ninguna duda uno de los mejores poetas del Renacimiento español hoy oscurecido, no sabría yo decir si por lo que supone Cernuda.

Cuando leí el maravilloso poema de Cernuda aquí señalado había leído poco de Aldana, sólo la extensa (y grandiosa) Epístola a Arias Montano que era lectura obligada en la carrera, una carta poética que escribió a un amigo suyo. Equívoca es la epístola, pero esas cosas nunca se saben aunque Cernuda pudiera sospecharlas. Aldana, reconvertido en Aldino, le dice a su amigo:

Mas para concluir tan largo tema,
quiero el lugar pintar do, con Montano,
deseo llegar de vida al hora extrema.(…)
Quiero también, Montano, entre otras cosas,
no lejos descubrir de nuestro nido
el alto mar, con ondas bulliciosas: (…)
Mas ya parece que mi pluma sale
del término de epístola, escribiendo
a ti, que eres de mí lo que más vale;
a mayor ocasión voy remitiendo,
de nuestra soledad contemplativa,
algún nuevo primor que della entiendo.
Tú, mi Montano, así tu Aldino viva
contigo, en paz dichosa, esto que queda
por consumir de vida fugitiva;
y el cielo, cuando pides, te conceda
que nunca de su todo se desmiembre
ésta tu parte y siempre serlo pueda.

aldanaAldana es el autor de sonetos perfectos y con un cierto erotismo no exento de filosofía, con algún verso que siempre me ha llamado mucho la atención por lo osado (como el de los labios cansados de tanto chupar, escrito ni más ni menos que en el XVI):

¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando
en la lucha de amor juntos, trabados,
con lenguas, brazos, pies y encadenados
cual vid que entre el jazmín se va enredando
y que el vital aliento ambos tomando
en nuestros labios, de chupar cansados,
en medio a tanto bien somos forzados
llorar y sospirar de cuando en cuando?

O de otros poemas en que muestra su asqueo de la vida militar y suspira, nuevamente, por retirarse al campo en compañía, casualmente, de algún buen amigo bien dispuesto:

Iríame por el cielo en compañía
del alma de algún caro y dulce amigo,
con quien hice común acá mi suerte;
¡oh, qué montón de cosas le diría!
¡Cuáles y cuántas, sin temer castigo
de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!

Dublineses

Nunca podré olvidar mi fin de año en París. Fue hace dos, en la entrada de 2011. Por primera vez en mi vida decidí pasar el fin de año lejos. Nos buscamos un hotel cerca de la Tour Eiffel porque habíamos leído que en les Champs de Mart, que es la explanada a los pies de la torre, se organizaba un gran cotillón. Sea porque ese año fue especialmente gélido, sea porque los franceses tienen un concepto diferente de la palabra cotillón, el caso es que el jaleo fue visto y no visto. La Tour Eiffel está medio en penumbra y de repente, a las doce en punto, se ilumina de golpe, y los parisiens comienzan a desearse buen año, a darse besos y a descorchar alguna botella de champán. A los diez minutos ya están todos desfilando hacia el metro. Una entrada poco lucida, si puede decirse que es poco lucido entrar en un año comiéndose las uvas en París (porque sí, nos comimos las uvas, creo que fuimos los únicos en toda la ciudad… medio disimuladamente las tragamos entre risas. Las llevábamos en un pequeño tupper y yo me sentía un poco como esos celtíberos que comenzaban a pasear por Europa en los años 60).

Fuimos felices esos días. Desde la habitación del hotel veíamos la torre Eiffel centelleando a lo lejos, paseamos mucho, visitamos la inolvidable exposición sobre Monnet y disfrutamos del París invernal. Y también nos medio acostumbramos a vivir fines de año fuera de casa.

El año pasado fue Sevilla. Nos gustó ver el ambiente navideño andaluz y nos deslumbró la ciudad. Como no descubrimos un sitio público donde tomar las uvas, optamos por hacerlo desde la habitación del hotel y salir luego. Fueron días intensos: conocí a Reyes del blog Tiempo sin verte, fuimos una mañana a Córdoba, me enamoré de las calles y las plazas, de Sevilla toda, subí a la Giralda y a la Torre del Oro (tópico que es uno), me desilusioné con Triana, nos peleamos con un taxista sevillano que quiso estafarnos, comimos el día uno en un restaurante maravilloso… Y los detalles convertidos en recuerdos, como esos reflejos que te devuelve el tiempo: las copas que nos prestaron los del hotel, tan amables, para que pudiéramos brindar la noche de fin de año.

2013 2Escribo esta entrada rodeado de dublineses, recordando a Joyce. Ya os comentaré a la vuelta. Pero quiero mandaros mis mejores deseos personales para este 2013 que empieza. Me pondría tópico, claro, porque los deseos generales y sinceros suelen ser tópicos. Pero añado a esos buenos deseos otro más: la conciencia para saber ver siempre la felicidad cuando ésta decide hacernos una visita. Y acomodarla, para que se quede el máximo tiempo posible.

Doña Pitu Piturra

Tal es el título del primer poema que yo leí. En párvulos, con la monja que me educó en aquellos años. El poema estaba en uno de los libros que tenía ella y de donde leíamos, o aprendíamos a hacerlo, de pie, a su lado, mientras ella iba señalando las letras con una regla. Recuerdo que ese poema venía ilustrado con uno de esos dibujos coloristas típicos de las publicaciones infantiles. Y que ahí, en ese dibujo, doña Pitu Piturra era la loca excéntrica que había imaginado Gloria Fuertes.

Doña Pitu Piturra
tiene unos guantes;
Doña Pitu Piturra,
muy elegantes.

Doña Pitu Piturra
tiene un sombrero;
Doña Pitu Piturra,
con un plumero.

Dona Pitu Piturra
tiene un zapato;
Doña Pitu Piturra,
le viene ancho.

Dona Pitu Piturra
tiene unos guantes;
Doña Pitu Piturra,
le están muy grandes.

Doña Pitu Piturra
tiene unos guantes;
Doña Pitu Piturra,
Lo he dicho antes.

No sabía entonces quién era Gloria Fuertes, no sabía seguramente ni siquiera lo que era ser poeta. Pero es cierto que ese poema que hoy se me antoja extraño y hasta absurdo, tuvo el enorme poder de quedárseme fijado en la mente. Sí, extraño y hasta absurdo pero que ya vive en variantes, como otros grandes poemas: yo recuerdo doña Pitu Piturra, y lo he encontrado por internet en sus dos versiones doña Pitu/doña Pito.

¿Por qué cuando somos niños nos parecen tan divertidas las viejas locas? Recuerdo que a mis alumnos de primero de ESO no hay lectura que les parezca más divertida que la de Konrad, el niño que nació en una lata de conservas. La madre adoptiva de Konrad es la señora Bartolotti, una loca del estilo Pitu Piturra, que posiblemente acabe también en el imaginario de mis alumnos pequeños.

La palabra tiene el poder de subyugarnos. No es ni siquiera necesario que sean palabras bellísimas o profundísimas. Lo que cuenta es que, por un motivo o por otro, se queden perennes en nuestra memoria. Siempre me acuerdo de la definición que el filólogo Francisco Rico dio de un clásico: es el texto que dice algo de una forma que sabemos que es imposible mejorar. Que dice algo de una forma tan potente, y posiblemente perfecta, que se nos quedó en la mente y ya no podemos imaginar decirlo de otra forma. A veces se nos quedó grabada una frase, otras la tradición la convirtió en clásica (siempre nos quedará París). A su modo, toda palabra fijada en la mente de alguien tiene en sí misma el germen de la poesía.

Hablé en el primero de mis blogs de doña Pitu Piturra, en una entrada en que hablaba de los tebeos de mi infancia. Señal de que doña Pitu Piturra ahí sigue, siempre presente, desde que un lejano día la conocí en un viejo libro de texto. Todavía faltaban años para que conociera a su dueña, la poeta Gloria Fuertes.

gloriafuertesCuando se asomó por primera vez por la tele lo hizo con unas palabras (y una voz, dicho sea de paso) que consiguió el mismo poder hipnótico que tuvo en mí su doña Pitu. Un periodista le preguntaba si fumaba, y ella respondía que sí. El periodista insistía, ¿rubio o negro? Y entonces ella soltaba uno de sus poemas absurdos: Fumo negro, si no tengo negro fumo rubio, y si no tengo rubio entonces me fumo el dedo. Juro que lo dijo, o por lo menos juro que lo recuerdo así. Me dio algo de miedo, esa voz, esas cosas… resultaba inquietante. Años después llegaron las parodias de Martes y trece, pero sobre todo la conciencia de que era una poeta notable, una voz especial, una mujer valiente. Supe que su nombre iba indisolublemente ligado al del postismo, esa locura vanguardista en la aburrida España de Franco; que muchos de sus poemas conjugaban vanguardismo con una clara apuesta social. Gloria Fuertes seguía pareciéndonos una loca divertida, como su doña Pitu Piturra, probablemente también un alma atormentada, y sin ninguna duda una voz poética a tener en cuenta.

Para mí lo es. Ella fue quien me enseñó lo que era un poema. Y que a veces la gente absurda es mucho más interesante.

Agbar iluminada (y mis mejores deseos)

c2Cuando hace unos siete u ocho años construyeron en Barcelona la torre Agbar (de Aguas de Barcelona), obra del arquitecto francés Jean Nouvel, los barceloneses nos dividimos en tres grupos: quienes no la soportaban, quienes se convirtieron en forofos y el de los tibios, es decir, el de aquellos que sin llegar a molestarnos tampoco se ha convertido en nuestro edificio favorito de la ciudad. Hay que reconocerle una cierta originalidad, también unas formas que no resultan agresivas según el skyline de la ciudad (mucho más agresivas son algunas torres cuadradas que seguramente aportan mucho menos) y un cierto valor icónico. Por otro lado, viendo su forma, os podéis imaginar perfectamente los nombres con los que rápidamente fue designada de forma popular. Ha prevalecido el de torre Agbar, seguramente porque los catalanes tenemos menos gracia que los andaluces, hay que reconocerlo.

c1Ya desde el primer año la torre en cuestión se convirtió en el reloj por el cual TV3 da las campanadas la noche de fin de año. Mediante su sistema de iluminación por leds, es fácil subrayar las campanadas mediante luces, para que nadie se equivoque. En cada cuarto previo se ilumina un cuarto de torre. Y cuando ésta está totalmente iluminada se apaga y comienzan las doce ráfagas lumínicas que se corresponden al momento de las uvas. De esta forma, de paso, los catalanes nos evitamos tener que comenzar el año con una Iglesia o con la sede del gobierno madrileño.

Durante estas fiestas la Agbar ofrece juegos lumínicos diversos, contribuyendo a ese especial sentido navideño que tenemos los urbanitas. Como si de un árbol de navidad gigantesco se tratara. Con ella también me sumo a ese espíritu y aprovecho para traeros los mejores deseos para estos días y para el año próximo. Aquí, pues, un vídeo con villancico incluido.

Lo que me queda

Ya no tengo paga extra. Nada.

Cada vez cobro menos. Me temo que durante el próximo curso 2013 todavía menos.

Cada vez tengo más alumnos por clase. Al paso que vamos, cada año unos cuantos más.

Cada vez más horas lectivas y más guardias, y más horas de permanencia… Reuniones diversas, claustros.

En diciembre solía cobrar hacia el día 21 ó 22, por si necesitaba ese dinero antes de las fiestas. Ya no: este año cobraré como todos los meses, a finales.

Decir que no me quejo no sería exacto. Molesta mucho sentir que uno trabaja más horas en peores condiciones y el sueldo es cada vez peor.

La empatía y la solidaridad son algo bueno, porque me acuerdo de quienes están peor que yo. Pero también pueden ser un arma para conformarnos y mantenernos la boca callada: no te quejes, EastRiver, que por lo menos tú tienes trabajo. No te quejes…

En días de quejas como hoy no puedo olvidar a los miles de compañeros docentes que se han quedado sin trabajo. Su trabajo nos era muy necesario, a todos, no solamente a quienes seguimos trabajando, sino a quienes creemos en una educación pública de calidad.

Miro a los médicos de Madrid y siento que los admiro. Cuando vienen mal dadas es cuando más admiras a quienes luchan con uñas y dientes por lo que es suyo, por lo que es nuestro, por lo que es de todos.

IMG_5301aAnte tanta desolación y tristeza, a mí por lo menos hay una cosa que todavía no me han tocado (de momento): las vacaciones. El grafiti anterior viene que ni pintado (nunca mejor dicho). Hoy las empiezo, que ya merecemos por lo menos un descanso los docentes: realizamos un trabajo nada fácil en peores condiciones desde todos los puntos de vista que cinco años atrás.

Pero como no somos victimistas podemos decir que, a pesar de los pesares, lo seguiremos haciendo con las mismas ganas aunque hoy soñemos que no queremos que se terminen las vacaciones.