La voz de contratenor es una voz extraña, no natural, extremadamente impostada.  Uno piensa, si hay chicas para cantar tan agudo, ¿por qué un chico? De hecho los contratenores y las mezzos suelen compartir repertorio (a menudo, el escrito para los antiguos castrati). Pero cuando escuchas la misma pieza en esas dos voces, descubres dos versiones que no se anulan ni se agotan. Pueden ser maravillosas las dos.

Luego, con el tiempo, ocurren otras cosas. Ocurre por ejemplo que descubres que la técnica del falsete es absolutamente habitual en el pop. Desde casos más evidentes (los Bee Gees, por ejemplo, o ya más locales Los Pecos) a otros más disimulados. De hecho, hay voz masculina impostada en la gran mayoría de músicas y canciones populares. Incluso, muchos tenores operísticos que a veces tienen dificultades para llegar a una nota muy aguda, recurren al falsetto en ocasiones. Yo he escuchado al gran Luciano Pavarotti en alguna aria usando ese recurso.

Este tipo de voz, al principio, resultaba muy desagradable y provocaba extrañeza en los grandes auditorios. Pero la gente se ha ido acostumbrando: equivale a una mezcla entre el agudo femenino y una cierta cadencia masculina que es imposible disimular. Es por eso que resulta una voz sorprendente y que puede reparar grandes momentos.

De entre todos los grandes contratenores actuales hay uno, muy lírico, que se ha hecho muy famoso. Es francés y se llama Phillipe Jaroussky. Su melodía y su línea de canto puede resultar impactante. De entre todas las arias que ha grabado, me gusta, desde hace muchos años, especialmente ésta de Vivaldi. La he recomendado a amigos diversos en alguna ocasión. Ahora os la quiero recomendar a todos: Vedro con mio diletto. No me digáis por qué, pero me parece muy triste, muy conmovedora. Recuerdo la primera vez que la escuché: en mi pueblo, una noche, después de cenar. Salí a la terraza (el badiu, lo llamamos), me puse los cascos y me dio por llorar. Yo que no acostumbro… Es lo que tiene  la catarsis, que te atrapa cuando te alcanza un pedazo de belleza. Y entonces, escuchando o viendo algo conmovedor, lloramos por nosotros y por todos a los que hemos querido.