IMG_3302Decir que no me gusta lo que está pasando en este país con la corrupción es quedarme corto. No sólo no me gusta sino que me preocupa mucho.

La corrupción me indigna y en mi caso sí puede condicionarme para dejar de votar a alguien. Pero lo que me preocupa especialmente es el clima que se ha creado. Resulta sospechoso, claro está, que un periódico de derechas se dedique a sacar a la luz las miserias del partido de derechas. ¿Quién hay detrás? ¿Qué se pretende? ¿Acaso otra gente más dura todavía en ese partido de derechas? ¿Alguien que quiere ocupar el lugar que actualmente ocupan otros? El argumento no me resulta falaz. Es evidente que hay sectores que pretenden mayor dureza en según que temas. En el tema de la recentralización del estado, por ejemplo. Los catalanes cuando oímos sables siempre pensamos que poco o mucho algo tiene que ver con nosotros. Y no solemos equivocarnos precisamente. También se habla, y no me extrañaría nada porque es un argumento que tampoco entra en contradicción con el anterior, que se está creando un caldo de cultivo idóneo para la llegada de un dictador tecnócrata que, deseado por todos ante un panorama tan desolado, se ahorraría el título de dictador, que es en definitiva lo que sería

Más allá de las oscuras intenciones está el descarnado tema de la corrupción en sí mismo, y su uso. Veamos, y seamos críticos, empezando por mí. Si yo escucho de un escándalo gordísimo en el PP tiendo a ser acrítico y creérmelo sin garantías. No, no estoy diciendo que no me crea el asunto de los sobres. Es más, lo creo sin problema ninguno, porque conozco la catadura de ese tal Bárcenas y porque no me fío en absoluto de los demás presuntamente implicados. El sábado estuve gritando ante la sede del PP en Barcelona (ver foto), en la calle Urgell. O sea que lo creo y por tanto me indigna hasta la afonía. Pero si soy crítico he de admitir que  creo con gran facilidad los escándalos del PP, y con la misma contundencia reclamo pruebas cuando la corrupción afecta a un partido que me cae mejor.

Lo que intento decir es que una democracia que funciona basándose en escándalos es una democracia sucia, que al final no distinguirá entre lo que es real y lo que no lo es. Lo cual, a la larga, favorecerá precisamente a los menos limpios.

No me gusta un país que está lleno de corruptos, porque ya sabemos por desgracia que esto es así, y además en todos los partidos políticos. No me gusta un país en que a los corruptos no les pasa casi nada, y en cualquier caso, nunca devuelven el dinero robado. No me gusta un país que recorta a los débiles y permite que los fuertes se enriquezcan con dinero público. No me gusta un país que en época de vacas gordas se gastó el dinero en aeropuertos sin aviones y en trenes sin pasajeros, mientras que los trenes con pasajeros eran completa y absolutamente olvidados (creedme, sé de qué hablo).

No me gusta un país que juega con la corrupción para herir a otro con voluntad política. No me gusta un país con una prensa vendida que no contrasta todas las informaciones que publica. No me gusta un país que usa el concepto democracia de forma falsa. No me gusta un país que mientras habla de regeneración democrática está destruyendo la democracia. No me gusta un país que se opone, en Constitucionales y Supremos, a la voluntad libremente expresada por los ciudadanos. No me gusta un país que no permite que esa voluntad pueda ser expresada en las urnas. No me gusta la mentira, el engaño, el maquiavelismo de muchos. No me gusta la gente que, con las manos sucias, niega, se llena los bolsillos y da lecciones de ética o lo intenta.

No me gusta un país que recusa a los jueces cuando investigan lo que no conviene. No me gusta un país con un bipartidismo tramposo. No me gusta un país en que del colapso del bipartidismo no emergen con fuerzas partidos limpios de izquierdas. No me gusta un país en que temo que lo único que acabe por emerger sea el centralismo rancio y españolista en el peor sentido, por mucho que se vista de rosa cursi.

No me gusta un país en que también existe la corrupción pequeña, la del trabajo, la que puede (o no) afectarnos a todos nosotros. No me gusta un país con gente que pregona unos preceptos que es el primero en no cumplir. No me gusta un país donde impera la ley del más fuerte y se es inmisericorde en la lucha. No me gusta un país donde los partidos de izquierdas han de esperar el escándalo de turno para acceder al poder. No me gusta un país donde las izquierdas no hacen otra cosa que desengañarnos cuando gobiernan. No, no me gusta.

He dicho todo el rato un país pero podría perfectamente haber dicho un mundo.