Son tantas las causas internacionales por las que luchar… Y tanta nuestra facilidad para acostumbrarnos. (Aunque entre los sobres del PP, los acuerdos de Unió para esquivar juicios, la corrupción de Convergència en Lloret, de los socialistas en Sabadell y las novedades del caso Urdangarín, creo que todavía nos queda algo de muelle para el sobresalto y para el asco, y para las ganas de salir a escupir a hijos de puta varios, que de tantos que hay seguro que bien pocos escupitajos íbamos a fallar… Y perdón por la exaltación, pero qué menos). Sigo con lo que decía de la facilidad que tenemos para acostumbrarnos a la mentira.

Cuando hace pocos días descubríamos que Francia entraba sin dudarlo en la crisis de Mali nosotros, que ya somos unos descreídos, supimos que algún interés económico había detrás. Que detrás de todo lo que se nos cuenta, hay intereses, algunos sabidos y otros no sabidos, como por ejemplo, las minas de uranio.

Pero nos acostumbramos a todo. Por ejemplo, a la guerra que desde 1997 asola el Congo. El Congo es el mayor productor de Coltán, un mineral óxido que resulta fundamental para nuestros móviles y nuestros ordenadores. La comunidad internacional, en este caso, prefiere no mirar la desolación producida por intereses que están desangrando el país, así como destruyendo el hábitat de cierta especie de gorilas en peligro de extinción o llevando al abismo a las tribus que habitaban la zona donde empresas extranjeras extraen el coltán. La comunidad internacional mira hacia otro lado. Quienes se enriquecen no son, obviamente, los congoleños ni los hombres esclavizados en la extracción del mineral, sino empresas americanas, británicas o belgas, entre otras nacionalidades.

Estamos pendientes, afortunadamente, de otros conflictos que nos indignan y nos movilizan, como el del Sahara y el de Palestina. Estar pendientes no hace que se solucionen, es cierto, pero por lo menos existen. Hay otros que no tienen tanta suerte, y la gangrena se va produciendo inexorablemente, y en silencio.

Es el caso del Tibet, por ejemplo. La sombra de la China es tan alargada que el miedo ha callado muchas bocas. Hace unos años fui alguna vez a la Casa del Tibet de Barcelona. Escuché alguna charla del encantador monje Thubten Wangchen (vídeo de arriba), un hombre inteligente, sabio y además muy divertido, director y fundador de la Casa del Tibet de Barcelona. También asistí a alguna ceremonia tibetana, como la de la Puja de la Luna Llena. Thubten Wangchen no pierde oportunidad alguna para recordarnos la difícil e injusta situación del Tibet, y de muchos jóvenes monjes abocados a la muerte y al sacrificio.

aIMG_2360aIMG_2356A veces, desde la Casa del Tibet, se organizan actividades y ayunos, con la única finalidad de que la gente no olvide. Como el de estas fotos de hace ya algún tiempo, un par de años quizá. Impedir el olvido es tarea de todos, supongo. Un mundo mejor es necesariamente un mundo más justo.aIMG_2365aIMG_2367