La entrada de hoy debe leerse a modo de coda a la entrada anterior, también como apunte de urgencia. A modo de ejemplo de lo que ese Güert a quien sufrimos (le españolizo el apellido, para que aprenda) y, en su nombre todo el gobierno central, pretende hacer en Catalunya con el catalán. Visto lo visto, lo que me resulta más sorprendente es que haya todavía personas que no comprendan los motivos de las protestas independentistas que se están viviendo aquí. Personas que piensan que son exageradas y sin fundamento. Y que proponen seguir andando juntos, de la mano, como en una peli de Navidad.

En el post anterior hablaba de los casi dos millones de catalanes que actualmente apuestan por el estado propio. A mí me parecen muchos, y que sean tantos da sentido a la propuesta. Pero desde luego somos muchos más los que defendemos nuestra lengua, ese idioma que algunos peperos se llenan la boca reivindicando como patrimonio de la diversidad cultural española pero que, a la hora de la verdad, no dudan en convertir en lengua residual, optativa y no troncal. Se adivina que para ellos es un acerbo cultural que les molesta y les incomoda. Ese proceso de destrucción recibe el rumboso nombre de españolización.

escolaEste proyecto de ley aquí ha sido recibido con uñas y dientes. Lo asumimos como lo que es: un intento de debilitar nuestra cultura y asestarle, si es posible, un golpe que inicie su debilitamiento gradual. No es que seamos mal pensados: es sencillamente que observamos lo que se está haciendo con el catalán/valenciano/balear en Valencia y las islas o con el gallego en Galicia. Miramos, vemos, comprendemos, y sacamos nuestras propias conclusiones. Todos los partidos catalanes con representación menos el PP y Ciutadans (es decir, incluyendo a los socialistas) estamos juntos en esta defensa. La defensa de algo que existe desde 1980, desde antes incluso, y que ahora de repente se ve como el colmo del despiporre de la descentralización. Lo que fue bueno en 1978 no puede destruirse ahora. El proceso uniformador que se ha visto en Galicia, en Valencia, en Illes Balears, quieren imponerlo ahora en Catalunya, pero desde Madrid. Es lo que el que fue President Jordi Pujol, en sus alertantes discursos de los últimos tiempos, viene definiendo como un proceso de residualización de la cultura catalana. Una agresión en toda regla a un modelo de convivencia y a una cultura. Por ello defendemos que en casos extremos, y éste lo es, puede recurrirse a la desobediencia civil.

Leo en el blog Sense embuts lo siguiente: “Una técnica que usaban en el pasado algunos amos con sus esclavos consistía en aplicar regularmente castigos físicos y penurias innecesarias injustificadas. Así, cuando se daba una situación de normalidad el esclavo tenía la tendencia a sentirse agradecido con su amo. Para ello algunos esclavos participaban también de ese juego perverso. A cambio de algunos privilegios, estos buenos esclavos se dedicaban a subrayar ante sus compañeros la magnanimidad del amo.”

La consellera de educació de la Generalitat ha hecho, a propósito de lo que hoy comento, unas interesantes declaraciones en el periódico Ara. Tras señalar la oportunidad de un borrador que se presenta justo después de las elecciones catalanas, asegura: “Han iniciado un ataque que es una estrategia para estos próximos dos años en que la suma parlamentaria lleva a una voluntad clara y contundente, proclamada por el mismo presidente [Mas], de llevar a cabo la consulta [sobre el estado propio]. En ese caso, ¿qué les interesa? ¿Que sean dos años tranquilos o movidos?”

Y en todo este panorama nos desayunamos diariamente con noticias diversas que resulta imposible glosar a diario, dada la abundancia: hoy en La Vanguardia leo que “Un general del Ejército alerta sobre la corriente de opinión de militares que quieren intervenir Catalunya” (aquí) mientras que ayer asistía a la justificación de la señora Sonia Gumpert, candidata a presidir el Ilustre Colegio de abogados de Madrid,  asegurando que ni ella (a pesar de llevar un apellido sospechoso, la pobre)  ni nadie de su junta tiene nada que ver con los catalanes (aquí el comunicado sobre la limpieza de sangre de estos castellanos viejos). Mientras tanto Güert, ya más españolizado que nunca, no se sonroja al compararse, en la mejor tradición del Jesulinismo de Ubrique, con un toro. No, no me lo invento. Güert es como un toro.

No me digáis que no dan ganas de irse. Y de irse ya. (Quizá por eso, porque saben que ellos mismos alimentan el independentismo y porque en el fondo están más preocupados de lo que dan a entender, Rajoy escribe hoy un panegírico sobre la Constitución en La Vanguardia. Para que los catalanes aprendamos y valoremos esta Constitución de la que la mayoría nos declaramos absolutamente ajenos y excluidos.)