Hace unos días una amiga puso un vídeo en su facebook sobre un cantautor al que nunca he prestado mucha atención pero que siempre me ha parecido que aporta una visión muy poética y desenfadada de la vida. Recordaré siempre cuando lo vi y escuché por primera vez, cantando en catalán una canción titulada Papa, jo vull ser torero. Pensé que era un gag de un programa de humor. Porque su apariencia de niño que no ha crecido, su voz que es casi un susurro infantil y la letra misma de la canción, en la tan antitaurina Catalunya, o era una broma o era una provocación. O era las dos cosas.

Recuerdo que pensé que si aquello iba en serio, iba a durar poco. Y al ver que iba pasando el tiempo y Albert Pla se asomaba cada tanto a la tele, la radio o la actualidad musical, pensé que probablemente detrás de aquella apariencia burlesca había algo más. Comenzó a alternar catalán y castellano, a hacer versiones de temas muy conocidos (El lado más bestia de la vida, por ejemplo), a musicar poemas (recuerdo ahora los del enigmático poeta Josep Maria Fonollosa)  y a presentar canciones que, a pesar de una voz algo desafortunada, decían algo. Su apuesta continuaba pareciendo muchas veces una provocación, que es uno de los caminos del arte (uno de los menos transitados en la actual época de lo políticamente correcto). En la película Carne trémula, de Pedro Almodóvar, escuché por primera vez, en su voz, una de las canciones más terribles que he escuchado nunca (Sufre como yo). Resultaba muy teatral y efectiva en el contexto de la película. Porque casi todo en Pla es muy teatral, muy melodramático.

La canción que puso mi amiga Nan en su muro de facebook, la que me hizo pensar otra vez en Albert Pla, es una de las canciones más bonitas que he descubierto en estos últimos tiempos. Es la que explica la historia de unos niños que sueñan con tortillas. Pero no porque tengan hambre, sino porque en catalán ser un sueñatortillas, un somiatruites, es ser un soñador, un ingenuo necesario, uno de esos seres cuyo destino es estar siempre en las nubes. Somiatruites, según leí no sé dónde y no sé cuándo, es una canción que dedicó a su hijo y a los amiguitos de su hijo. A esos niños soñadores que tanto se parecen a todos y cada uno de nosotros. Hay una escuela donde sólo estudian los niños soñadores, los niños que están siempre en las nubes. Joan soñaba que su cama tenía alas y a medianoche despegaba y se ponía a volar. Lídia soñaba que su novio era un lobo y se pasaban las noches aullando bajo la luna llena. Fina soñaba que podía respirar bajo el agua y nunca se ahogaba. Y que por ello era íntima de los delfines, los tiburones y las gambas. Marta soñaba que la tierra era cuadrada y que se iba a pasar las vacaciones a otra galaxia. Fidel soñaba que le lanzaba una pedrada al rey de España. Roser, que su madre nunca la regañaba. Cristina que se iba caminando a China. Gerard, que era un gato. Y Joana, que su padre nunca la pegaba.