Por mucho que me guste un país hay algo que es difícil que me guste más que lo propio: las iglesias. Nuestro románico y gótico son difícilmente superables. No menosprecio las iglesias romanas, que nada tienen que envidiar a las nuestras, ni alguna capillita griega, con tanto encanto. Tampoco construcciones emblemáticas, como la Santa Sofía de Estambul. Hablo en general. De las iglesias que he visto en mi viaje por el Báltico la que más me ha gustado, probablemente, es la de San Salvador sobre la Sangre Derramada, en San Petersburgo.

Resulta curioso, al menos para mí, observar las diferencias del culto cristiano no católico. Los ortodoxos no tienen bancos en sus iglesias, pues resulta de educación pésima sentarse en presencia de Dios. También carecen de imágenes en tres dimensiones: sólo iconos en dos, que representan a Cristo o a la Virgen. Siguen el oficio de pie, rodeando al sacerdote que sólo se acerca al altar en los momentos más destacados. El altar, en el ábside, está protegido por una pequeña abertura, ya que ese es el lugar sagrado por excelencia y allí sólo pueden entrar algunos privilegiados. Las Iglesias protestantes, en cambio, son mucho más austeras que las ortodoxas. Tienen bancos para sentarse, como en las católicas. Aparte de ausencia de santos y de no rendir culto a la Virgen los oficios protestantes se parecen bastante más a los romanos.

Hablaba de pasada en el post sobre el viaje sobre el tema de las particulares bicicletas nórdicas. La primera vez que visité un país del norte me sorprendió la enorme cantidad de bicicletas por las calles: hoy esto ya no es novedad en mi ciudad, ni en la mayoría de la Península. Pero ellos, ciclistas natos, han creado alguna útil novedad que podría adaptarse a nosotros fácilmente. Me pareció ingenioso añadir otra rueda delantera y colocar, delante, entre ambas, una plataforma que lo mismo puede servir para llevar a los niños al cole como para colocar las bolsas cuando se viene del mercado.

Hablaba también sobre el tema de la paternidad en los países del norte. Y es cierto: nunca vi tantos padres activos como en estos días. Padres dando el biberón, cambiando pañales, paseando a los pequeños… Cierto que algo está cambiando desde hace un tiempo en nuestra latitud pero resulta evidente que nos siguen llevando ventaja (en eso y en bastantes cosas más).