Nunca fui un experto en astrología, aunque hice mis pinitos. Quizá por falta de tiempo, quizá por carecer de verdadero talento en la interpretación de las complejas cartas, el caso es que mi aproximación sirvió sólo para generarme preguntas, lo cual es siempre estupendo, y para darme cuenta de que una cosa es la astrología y otra el horóscopo del periódico.

Tuve una profesora, no de astrología, que aseguraba que Mercurio era el culpable de los cortocircuitos y los fallos en los pequeños electrodomésticos o en la tecnología en general. Le escuché varias veces hablar de Mercurio y siempre en la misma línea. Mercurio era el eterno culpable en esos momentos domésticos: cuando la lavadora se le estropeaba o no tomaba el suavizante, si llegaba tarde porque el metro se había estropeado, si fallaba la conexión de internet, si la calefacción dejaba de funcionar en lo más crudo del crudo invierno. Hoy diría que es cosa de la crisis o de la lamentable financiación en infraestructuras que sufrimos en la otrora rica Catalunya.

En muchos momentos de mi vida he estado convencido de lo que decía la profesora. Imposible explicar de otro modo la casualidad de cuando todo se estropea a la vez. Hoy sabemos de la obsolescencia programada, que sin duda explica por motivos perversos y económicos muchas cosas que antes mi profesora adjudicaba alegremente a Mercurio. Yo, en aquellos tiempos, no había hecho aún ni un mal cursillo de astrología, por lo cual ese fue mi primer contacto con este planeta. Y me ha quedado una especie de acriticismo. En cuanto algo o todo comienza a fallar a mi alrededor me acuerdo siempre de Mercurio.